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Las noches de capital me gustan, ni siquiera sospechaba
que Buenos Aires era tan pero tan "así".
A ésta altura me sorprenden demasiadas cosas,
tanta revolución que se enunció bajo actitudes de nena de 5 años,
tanto que no lo cambiaría, ya no, me quiero quedar así,
o mas bien crecer, si, eso, que me siga importando un soto
que me escuchen cantar Spinetta a los gritos
caminando por Corrientes sola,
o en la plaza Rodriguez Peña, que te digo que no me importa,
que estoy bien, ya lo entendí, ya dibuje lineas de aca para alla
delimitando recorridos, y nadie me venga con el ta te ti de la mala vida,
no necesito convencerme, necesito ésto, aquello, a ellas, a él,
si lo hubiese entendido de ante mano las facturas
impagas de la vida no me hubiesen costado lágrimas.
Claro que no cambiaría nada de lo que fué y de lo que viene,
las razones salen a la luz, o como maripositas queman sus
alas contra la luz, y mueren. Entonces, ahí es cuando comprendo
que las razones no son parientes mías, que me contradigo por eso,
porq en cierto punto no me gusta respirar por inercia, entiendo,
yo decido si el oxígeno entra y sale, y que clase de oxígeno hay hoy...
incomparable; ojala todo siga así, ya empiezan los días de
facultad y se achican los horarios, que no se transforme en rutina
por Joaquín te lo pido, que sigan las noches de bares, la música a
todo volumen en el dpto, los gancias con amigos y limón,
las cervezas con los chicos de las pastillas del abuelo y canciones,
Cerati sinfónico, el dpto lleno de acuerelas por mi gran culpa,
los reencuentros con la gente de la escuela, los asados con la gente
del ex-trabajo, los hermanos que elejí, los mates con las chicas del
hoy-trabajo, tus abrazos asfixivos
y que todas las noches sean noches de luna, que todas las lunas sean lunas de miel.

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